En una comunidad de abogados
y estudiantes del derecho, le preguntamos lo siguiente: ¿Cuáles eran las
características que definen un abogado exitoso?
La mayoría respondió de
la siguiente manera:
1. Humildad: Es la principal característica y la más
importante de todos los grandes abogados.
Ellos comprenden que por más años de
experiencia que tengan, siempre van a tener cosas por aprender. Reconocen que
por más juicios que hayan ganado, ellos también son humanos.
Nunca jamás veremos a un gran abogado tratando mal a su
secretario porque éste no tiene título universitario, o despreciando a otros
abogados que no son tan buenos como él.
Tratan a todos como iguales y no se creen mejor que nadie, y
nunca olvidan de que el abogado es solamente un servidor de la justicia y un
colaborador de su administración, nada más y nada menos.
2. Pensador: La habilidad del pensamiento crítico es esencial para
los grandes abogados. Deben ser capaces de utilizar la lógica para detectar
fallas o debilidades, tanto en los argumentos de la oposición como en los de
sus propios clientes.
Aprende a identificar
cuáles son las ideas, supuestos, puntos de vistas y prejuicios que deben ser
cuestionados. Sabe detectar las preguntas vitales, sacar las conclusiones
correctas y presentar los argumentos que sostengan esas conclusiones.
3. Confiar: Un abogado tiene que tomar muchas decisiones en escenarios donde
rara vez contará con toda la información necesaria, tendrá poco tiempo para
decidir y en donde esta decisión puede traer graves consecuencias.
Para poder enfrentar
estas situaciones, los grandes abogados desarrollan una gran confianza en sí
mismos y aprenden a escuchar sus instintos. No permiten que el hecho de contar
con pocos recursos los detenga, y tampoco se rinden frente a la adversidad.
Se puede distinguir
claramente a un gran abogado a cientos de metros de distancia, ya que
manifiestan esta confianza en sí mismos en la forma en que caminan, en la forma
en que hablan y hasta en la forma que se sientan.
Esta confianza en sí
mismos que emanan, también logra que los clientes se sientan seguros de que
están bien representados y que los abogados contrincantes no se están
enfrentando a cualquiera.
4.
Competir: Todos los grandes abogados aman competir.
Ya sea un litigio grande o pequeño, ellos tratan cada caso como si estuvieran
por jugar la final de la “Champions League”.
Sienten cómo cobran vida cuando se enfrentan a un nuevo
desafío. Esta llama que arde dentro de él es la que los lleva a trabajar con
una concentración obsesiva, con energías que parecen ilimitadas y de una manera
tan disciplinada que sorprendería a cualquier militar.
Para los clientes esto es un valor agregado, y para sus
oponentes esto es una ventaja injusta.
5.
Curiosear: Los grandes abogados mantienen una
curiosidad insaciable por el mundo en el que viven. Un abogado que solamente
conozca el mundo de las leyes, solamente podrá aspirar a ser un abogado
mediocre.
La curiosidad de los grandes abogados los lleva a aprender
sobre una infinidad de tópicos: cosmología, psicología, física, rock, fútbol,
literatura. Es esta curiosidad la que también los lleva a tener nuevas experiencias de vida y tener pasatiempos no tan comunes.
Los grandes abogados son conscientes que es esta actitud la
que les permite mantener la mente abierta, conocer nuevas personas, que pueden
ser clientes, expandir su perspectiva del mundo y evitar que se conviertan en
personas monótonas, actitud que provocaría que otras personas eviten
interactuar con él.
6.
Negociar: Un gran negociador siempre busca que se llegue a un acuerdo
que sea justo para todas las partes.
Cuando un abogado participa en una negociación nunca jamás
busca aplastar a la oposición con el objetivo de darle a su cliente lo que él
piensa que es justo. Es por esto que el abogado tiene que tener la mente
abierta para entender que los pedidos de la oposición también pueden ser
legítimos. Hay que aprender a ser persuasivo con ambas partes, detectar los
intereses comunes e identificar las áreas en las que se necesitarán
compromisos.
Participar de un litigio no implica necesariamente que hay
que confrontar.
7.
Escuchar: La otra parte de la comunicación consiste
en recibir información. Pero escuchar va más allá de tan solo entender las
palabras trasmitidas. Escuchar también implica prestar atención a lo que no se
dice cuando se habla: comprender las emociones presentes en la persona cuando
nos habla, leer su lenguaje corporal, mirar a los ojos, no juzgar ni sacar
conclusiones inmediatamente e interrumpir únicamente si es necesario. Y lo más
importante, es que los grandes abogados hacen todo eso mientras que logran que
la persona que habla se siente cómoda, relajada y segura mientras habla.
8.
Comunicar: Implica mucho más que tan solo
intercambiar información. Se trata de entender las intenciones y las emociones
alrededor de esa información. Cuando se trasmite un mensaje, éste debería ser
recibido y entendido en la forma en que la persona que lo trasmite quería que
se entienda.
Para que la
comunicación sea efectiva, el abogado debe saber qué decir y en qué momento
decirlo, controlar su lenguaje corporal, controlar sus emociones, conocer el
perfil de la persona con la que se está comunicando, ser conciso, no divagar y
saber leer qué es lo que su mensaje produce en la persona que lo recibe.
Todos los grandes
abogados saben comunicarse, y nunca jamás encontraremos uno que sea tímido.